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Para qué engañarte.
Tengo el corazón en un puño
y el aliento inquieto en el otro.
Los latidos entrecortados
juguetean intermitentes entre las costillas
marcando un ritmo onírico con exceso de realidad.
Ya ves a lo que me dedico.
Relleno intervalos de tiempo cargando a cuestas,
de nuevo,
millones de bolsas de papel con sueños recompuestos.
Sí, de esos que ya conoces,
sueños desgastados
que terminan explotando contra el suelo
de cualquier ciudad en un cúmulo de fracasos,
más brillantes que cualquier mísero éxito.
Más que sueños los tacho de pesadillas,
pero siempre vuelven,
siempre aparecen de nuevo
con la más cruda realidad cosida a la mano
y colmados de quisieras que me enredan los pies
para dibujar en el suelo la siguiente huella.
Los nudillos oprimen cada uno de los ventrículos.
El bom bom se desdibuja
entre las líneas de mi mano
y las frágiles gotas de sangre,
frustradas por no poder fluir,
se tiran suicidas desde mis dedos
para terminar difuminadas
en el mugriento y desgastado asfalto
de este parque sin árboles y sin flores,
con los columpios oxidados y un par de niños perdidos.
Esa sangre reseca que se dedica
a dibujar mis fracasos por cada acera,
va dejando huellas y más huellas en mi camino,
escribiendo el preludio patético de la siguiente caída.
Porque no nos engañemos,
siempre hay una más,
eso nunca cambia,
lo único que varía es el tiempo que tarda
en llegar hasta nuestra puerta.
En fin, qué más da, si a pesar de saberlo ya me ves.
Me paso el día besando las esquinas por mi casa,
buscándote bajo las sábanas
y haciéndome amiga íntima
de las musas y sus musarañas.
Cuando suene el timbre,
iré a abrir la puerta
con la sonrisa zurcida en los labios
y si es la Decepción haciéndome firmar
un contrato de alquiler,
me descoseré la sonrisa,
la invitaré a tomar un café
y firmaré gustosa mi renuncia.
Me niego a ser su próximo cliente.
Esta vez va a salir bien…
Tengo el corazón en un puño
y el aliento inquieto en el otro.
Los latidos entrecortados
juguetean intermitentes entre las costillas
marcando un ritmo onírico con exceso de realidad.
Ya ves a lo que me dedico.
Relleno intervalos de tiempo cargando a cuestas,
de nuevo,
millones de bolsas de papel con sueños recompuestos.
Sí, de esos que ya conoces,
sueños desgastados
que terminan explotando contra el suelo
de cualquier ciudad en un cúmulo de fracasos,
más brillantes que cualquier mísero éxito.
Más que sueños los tacho de pesadillas,
pero siempre vuelven,
siempre aparecen de nuevo
con la más cruda realidad cosida a la mano
y colmados de quisieras que me enredan los pies
para dibujar en el suelo la siguiente huella.
Los nudillos oprimen cada uno de los ventrículos.
El bom bom se desdibuja
entre las líneas de mi mano
y las frágiles gotas de sangre,
frustradas por no poder fluir,
se tiran suicidas desde mis dedos
para terminar difuminadas
en el mugriento y desgastado asfalto
de este parque sin árboles y sin flores,
con los columpios oxidados y un par de niños perdidos.
Esa sangre reseca que se dedica
a dibujar mis fracasos por cada acera,
va dejando huellas y más huellas en mi camino,
escribiendo el preludio patético de la siguiente caída.
Porque no nos engañemos,
siempre hay una más,
eso nunca cambia,
lo único que varía es el tiempo que tarda
en llegar hasta nuestra puerta.
En fin, qué más da, si a pesar de saberlo ya me ves.
Me paso el día besando las esquinas por mi casa,
buscándote bajo las sábanas
y haciéndome amiga íntima
de las musas y sus musarañas.
Cuando suene el timbre,
iré a abrir la puerta
con la sonrisa zurcida en los labios
y si es la Decepción haciéndome firmar
un contrato de alquiler,
me descoseré la sonrisa,
la invitaré a tomar un café
y firmaré gustosa mi renuncia.
Me niego a ser su próximo cliente.
Esta vez va a salir bien…
.::.
Al parecer nada permanece intacto,
ni siquiera el pasado.
Tarde o temprano descubrimos que el ayer
jamás fue en realidad ese territorio firme
donde se podía edificar el Paraíso
con la complicidad de una memoria debidamente amañada
sino,
por el contrario,
algo frágil y tenue
sujeto a las más crueles modificaciones
y a los más feroces derribos.
Devious Journal Entry
Y las miro lejanas mis palabras.
Más que mías son tuyas.
Antes que tú poblaron la soledad que ocupas,
y están acostumbradas más que tú a mi tristeza.
Ella
Últimamente se podía pisar en su habitación
más folios escritos a la mitad que de costumbre,
esas cuatro paredes apestaban a melancolía,
se respiraba aquel curioso aire denso,
cargado,
mezcla del alcohol y el humo
que a tí te haría casi al instante meterte en la piel
del alma solitaria que mataba las horas en ese recóndito lugar. Aquel tipo era un tipo especial.
En el tocadiscos aún la última melodía de jazz que le había acompañado en su enésima madrugada de insomnio.
Folios, hojas de cuaderno arrancadas con apuntes en los márgenes,
en el suelo laminado de ma
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