Para qué engañarte.
Tengo el corazón en un puño
y el aliento inquieto en el otro.
Los latidos entrecortados
juguetean intermitentes entre las costillas
marcando un ritmo onírico con exceso de realidad.
Ya ves a lo que me dedico.
Relleno intervalos de tiempo cargando a cuestas,
de nuevo,
millones de bolsas de papel con sueños recompuestos.
Sí, de esos que ya conoces,
sueños desgastados
que terminan explotando contra el suelo
de cualquier ciudad en un cúmulo de fracasos,
más brillantes que cualquier mísero éxito.
Más que sueños los tacho de pesadillas,
pero si